sábado, 3 de septiembre de 2022

Bajo el umbral de un arpa

El que ha amado cometiendo errores, no siempre tiene la fortuna de llegar a la consciencia a tiempo. Y aunque uno intuye el error, no siempre obedece. Y acaba cometiéndolo. Aun así, si el sentimiento es sincero, merecería el perdón. Sin embargo, no siempre se es afortunado, pues a veces el ser amado no es compasivo. Se endurece, se amarga, se lamenta y vive en la desdicha porque quiere. Prefiere la desdicha a perdonar. Comprender. Avanzar. Sería afortunado el que se diera cuenta de que en la obra de la vida, tras cometer errores, hay quien rectifica y merece otra oportunidad. Sin embargo, hay quien gusta de sentenciar; así no sacrifica. Qué lástima. Qué lástima que no se de cuenta de que existen más puertas. Retomar el camino hacia el amor. Y si eso no sucede será porque uno de los dos ya no escucha el arpa que les unía. Ya no quedan notas en el acuerdo porque éste se ha roto desde el corazón. Y aquel de los dos que vive esperando el perdón del otro, sufre en un bucle de expectativas atrapado por el tiempo. Al soltar la cuerda de un amor necrótico, amanece un nuevo día que parece vacío. Silencioso. Desaparece el susurro de la culpa porque ya no tiene sentido vivir bajo ese yugo. Lo que uno debe saber es que el otro le amaba, pero no escuchó el sonido del arpa que les unía. Esas notas se perdieron en el infinito entre ambos mundos porque no hubo ni perdón ni compasión. Uno no perdonaba, el otro se aferraba. Que queda por hacer, sino soltar.